20091231

PRONOMBRE TEMPORAL

III.
Sé que tienes miedo. Es natural. El miedo es inherente a la condición humana, producto de nuestro instinto de sobrevivencia. Entiendo tu melancolía ante el abandono de todo aquello a lo que te habías acostumbrado antes de llegar a mí, y que probablemente nunca recuperarás. Acepto que pongas en tela de juicio ante ti, la drástica decisión que tomaste. Quizá debería tener miedo de perderte, pero por alguna razón tengo la seguridad que tus dudas son una crisis momentánea ante lo desconocido. Es difícil, lo sé. El mundo que te estoy ofreciendo es totalmente nuevo, y tal vez creas que no cumpliré tus expectativas. Sabes que la puerta sigue abierta, y resulta tentador el huir de mí para siempre y aferrarte a una vida que aunque no te ha resultado satisfactoria, es la que has construido por tu cuenta y que te ha mantenido estable en esta breve existencia que nos otorga el cosmos. Puedes meditarlo el tiempo que quieras. Puedes encerrarte en ese cuarto cuánto desees. Ese cuarto en el que ya te has instalado y que es testigo de tu determinación a permanecer conmigo por el resto de tus días. Tu ropa ya está guardada en los cajones, tus libros en los estantes, el resto de tus cosas sobre el escritorio y la maleta vacía guardada en el clóset. Fuiste tú quien acomodó cada cosa donde mejor te parecía, así que puedo aseverar que tu decisión no tiene vuelta de hoja. Estoy tranquilo. Cuando las dudas se disipen aquí estaré para ti. Mientras tanto, el mundo exterior desfila frente a mis ojos a través de la ventana. Desfila arrastrando toda su decadencia y su patetismo. Aquí eres libre. Aquí seremos libres.

20091224

UNA BICICLETA PARA NAVIDAD

Querido Santa:
Este año quiero que no me regales. Ya no soporto a los niños. Se aburren de mi tan pronto han pedaleado dos vueltas a la manzana, desgastan mi pintura en cuanto tienen oportunidad, no les importa que el aire de mis llantas sea escaso mientras puedan rampear en la banqueta y no sabes cuánto… cuánto me pesa llevarlos sobre el asiento. Las niñas también son muy complicadas, me desprecian por mis colores que no combinan con su ropa, me discriminan porque un niño ha puesto la mano sobre mí siglos atrás, no aprenden a reacomodar una cadena en el eje porque no quieren ensuciarse las manos de grasa, juran que he sido su mejor regalo y dejan que me empolve en la cochera. Así es querido Santa, esta navidad no amaneceré bajo el pino decorado de ningún hogar feliz, destinado a algún mounstro de baja estatura y mocos abundantes. Esta bicicleta se emancipa y pronto vagará por las avenidas eligiendo infantes al azar para rodar un rato y lanzarlos lejos con toda la alevosía que los frenos permitan. Será divertido. Una vez que mi huída sortee al camello, al caballo y al elefante, no podrás tenerme en tu catálogo de regalos, al menos no este año. Así que si te piden una bicicleta para navidad… Lo siento gordito… Las bicicletas quizá rueden acompañadas, pero sólo pueden volar solas.

20091223

PRONOMBRE TEMPORAL

II.
Escucho el caer de las gotas de la regadera sobre la tina mientras tomas un baño. Es curioso, pero me entretiene el tratar de adivinar tus movimientos. Es posible que en este momento que escucho caídas certeras de agua, estés exprimiendo tu ropa interior que acabas de lavar; quizá ahora moviste el brazo y por ello aumenta el crepitar de la cortina al retener el agua; imagino que retrocediste dos pasos y el sonido del contacto de las gotas con el piso se incrementa al no encontrar obstáculo alguno en su recorrido de la regadera al suelo; quizá ahora te llenas de espuma pasando el jabón sobre tu tierna piel; y justo en este momento regresas al chorro de agua y retiras las impurezas acumuladas en el mundo exterior, ese mundo tan vulgar, intolerante, estúpido y sinsentido en el que nos ensuciamos todos los días y del que resulta imposible separarse del todo. Afortunadamente cuento ahora con el mejor refugio de todos: Tú ¿Sabes? Nunca antes una persona como tú, había aceptado mi propuesta. Debo de admitir que pensé que serías como el resto de la humanidad y te comportarías hostil ante mis palabras, pero ahora veo que no solo eres diferente, sino que eres un ser único y de gran valor; posiblemente mi otra mitad que he buscado toda mi vida y con quien me fundiré en la eternidad para formar una sola persona. Quizá es muy pronto para decirlo. Quizá estoy ya seguro de ello y no quiero admitirlo. El agua deja de caer y escucho tus pasos saliendo de la tina. Ahora debes estar frente al espejo mirando la inmensidad de tus propios ojos y perdiéndote en ellos.

20091218

PRONOMBRE TEMPORAL

I.
Llegas. Finalmente tomaste la decisión. Tocas el timbre tres veces, y se que eres tú, porque reconozco tu timidez incluso en el trastabillar del sonido que corta la calma en mi habitación. ¿Querías darme una sorpresa? Eso parece típico de ti. Aun no te conozco lo suficiente para determinarlo, pero se que te gusta generar interés, y nada es más interesante que evitar la cotidianidad con eventos inesperados, aunque deberías considerar que te conviertes en un ser predecible al ser siempre impredecible. Eso eres. Predeciblemente impredecible. Sin embargo eso no es lo importante ahora, pues has llegado y esperas tras la puerta. Mi cama. Puerta del cuarto. Escaleras. Pasillo. Puerta de la casa. Puedo verte a través de la mirilla. Tus nervios atraviesan cualquier materia sólida, incluso la madera que nos separa en este momento. Te veo mirar hacia ambos lados de la calle, impaciente; hay una maleta junto a ti. Compruebo mis especulaciones. Tu decisión es definitiva. Trato de escuchar tu respiración a través de la puerta. Imposible. Solo se oye ruido desafinado de vehículos cruzando la avenida. El timbre se hace presente de súbito en mi tímpano izquierdo. Es la impaciencia propia de tu carácter. Giro la perilla. El viento se encarga de retirar el obstáculo físico entre nosotros. Me miras. Te miro. Tu expresión parece aterrada unos segundos. Quizá fue la inoportuna fuerza de la puerta ¿Quién ha dado una sorpresa entonces? Enseguida tus ojos se pierden en mi, dubitativos, curiosos. Tratas de adivinar mis pensamientos, sin lograr gran cosa. Dudas. Das un paso. Te detienes. Bajas la mirada. Noto una ligera sonrisa dibujada. Sin darme cuenta en qué momento decidiste hacerlo, te arrojas a mis brazos dejando atrás por un instante tus vacilaciones características. Esta vez, sí me sorprendiste.